Los paseos en elefantes tienen una comprensible atracción, ya que nos ofrecen una oportunidad única para acercarnos a estos animales, los animales terrestres más grandes del mundo.
Lo que los visitantes no suelen ver es la crueldad que tiene lugar durante los diferentes métodos de entrenamiento abusivos para tratar de controlar a estos grandes mamíferos salvajes, durante el encadenamiento de estos animales la mayor parte del día, o la privación de contacto social con otros elefantes.
Debido a los entornos antinaturales en que viven, los elefantes en cautiverio a menudo sufren de problemas debilitantes en sus delicados pies, artritis y otras dolencias.
La vida limitada de los elefantes en cautiverio contrasta fuertemente con la de aquellas que pueden vivir en su estado salvaje, que caminan 30 kilómetros al día y establecen fuertes vínculos entre ellos que duran toda la vida.
No es posible predecir cuando los elefantes responderán agresivamente a los malos tratos o cuando un incidente inocuo los asustará o provocará que se alboroten furiosamente.
El conflicto entre sus instintos salvajes y la frustración de la cautividad, les transtorna y, con su gran tamaño, incluso un pequeño paso en falso puede resultar mortal y existen numerosos casos que lo evidencian.
Los elefantes pueden transmitir enfermedades peligrosas a las personas, el contagio por tuberculosis, por ejemplo, es frecuente.
Los elefantes no son un objeto de entretenimiento, son animales salvajes que pesan miles de kilos. Actividades como están no enseñan nada sobre la vida de estos magníficos animales en su hábitat natural. En aras de la salud y la seguridad, así como el bienestar animal, no deberíamos viajar en elefantes.
Partirle el alma a los elefantes
La práctica de “adiestramiento” conocida como PAJAAN, o llamada erróneamente “domesticación” de elefantes, que se lleva a cabo en Tailandia desde hace muchos siglos y que desafortunadamente ha llegado a formar parte de la cultura de este país.
La finalidad es la de “quebrantar el espíritu” de los animales para que se conviertan en sumisos y totalmente incapaces de desobedecer a las órdenes de los humanos.
Esto se consigue separando a los jóvenes elefantes de sus madres, para encadenarlos en jaulas donde no pueden ni moverse, para golpearlos durante varios días repetidamente con palos que llevan clavos afilados.
Cuanto más se intenta rebelar el animal, más golpes recibe. Para que el tratamiento sea más efectivo, los “entrenadores” pegan al elefante en sus partes más sensibles como ojos y orejas. Además, como si no fuera suficiente, a los elefantes no se les da de comer ni de beber y son sometidos a privación de sueño para que el proceso sea más traumático.
Estos animales nunca serán capaces de olvidar lo que han vivido y después del pajaan siempre tendrán miedos de los hombre y por esto siempre harán lo que estos le pidan.
Este articulo está basado sobre el dossier de turismo responsable de la FAADA.
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